Resultaba complicado saber si aún
era de día o ya había caído la noche. Tras una larga jornada de trabajo debía
suponer que la hora era nocturna, pero el mundo monocromático no ayudaba a
descubrir el momento.
Chaplin regresó al lugar en el que
muchos de sus compañeros se reunían, otros que se habían adaptado mucho mejor
que él a esos tiempos modernos.
Nada más entrar vio a Buster
Keaton con su cara de payaso triste, jugando a ser el maquinista de un pequeño tren a escala. Apenas levantó la vista
para saludarle y siguió a lo suyo.
Chaplin tomó asiento en el centro
de la sala. El lugar más despejado para ver el escenario y la pista de baile.
Humphrey y Audrey danzaban al
ritmo de “La vie en rose” que habían aprendido gracias a Sabrina en una estampa perfectamente romántica.
En su rostro se dibujó una sonrisa
mezcla de ternura y melancolía, pero algo hizo que saliera de su ensoñación. En
la mesa más alejada Groucho se puso en pie y comenzó a cantar por encima de la
música del piano. Su tono de voz grave y potente auguraba una noche en la ópera. Por suerte el silencio de quien no se reía
atrajo su atención.
Tal vez fuese peor así. Groucho se
acercó a él y golpeó la mesa con las palmas de las manos.
-
Anímate,
Charlie. Ahora puedes expresarte, aprovecha la ocasión.
Chaplin tomó un papel y un lápiz
que siempre llevaba encima. Escribió algo y se lo entregó a Groucho.
“Imagina que todo tu mundo cambia
y no puede volver atrás”
Groucho se entristeció con el
mensaje de su compañero. Ambos se dedicaban al humor, y era sumamente difícil
hacer reír a los demás teniendo el alma tan oscura.
La música cesó de repente.
Un foco proyectó un halo de luz
desde el cielo, y como si por él descendiera un ángel, apareció una mujer rubia
de proporciones perfectas a quien todos conocían bien.
Los aplausos se sucedieron
mientras Marilyn colocaba el micrófono y esperaba el inicio de la música.
Detrás, Tony Curtis y Jack Lemmon
vestidos de mujeres con faldas, se
enamoraban de ella a lo loco.
Marilyn separó levemente los labios y empezó a cantar
sensualmente.
-
I wanna be loved by you…
En cuanto las primeras notas
salieron de sus cuerdas vocales, una ola de color inundó la sala. La escala de
grises dio paso a todos los tonos del arco iris. El vestido dorado de la musa
relucía en las paredes de pronto pobladas de decenas de matices.
Chaplin abrió la boca embelesado
por la belleza de los colores y por la belleza del sonido. Dejó escapar un
jadeo de admiración y a su rostro volvió la sonrisa sincera que había perdido.
Groucho observó el cambio de
expresión que se había producido en Chaplin. Los colores también habían
iluminado el interior del hombre sin voz. Colocó una mano en su hombro y
simplemente dijo:
-
A
veces, cambiar es bueno.
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